Fiestas de cumpleaños, Primeras Comuniones… ¿quién no recuerda la emoción que esto suponía cuando era un niño? La capacidad de ilusión de los niños ante días así resulta contagiosa. Una ilusión que viene por el significado, más o menos consciente, de lo que significan esos días y también por lo que traen consigo: fiesta, amigos y regalos.

Todos sabemos lo que es un regalo para un niño. Lo vemos en su cara cuando rompe con dificultad el papel que lo envuelve, y la sonrisa sorprendida al descubrir lo que contiene. Por eso, renunciar a ellos, es un acto muy digno de admirar.

Gabriel acaba de hacer su Primera Comunión. Como cualquier niño esperaba ese momento con mucha impaciencia. Quién sabe con qué soñaría Gabriel, los nervios que tendría ante ese momento personal de encuentro espiritual, qué se imaginaría para ese día, qué esperaría de la fiesta posterior y de los regalos. Pero entonces algo vino a cambiar la dirección de sus sueños:

«Gabriel – le dijeron sus padres– ¿Qué te parece si cambiamos tus regalos por dinero para ayudar a otros niños que lo están pasando peor que tú?»

Y Gabriel dijo que sí con generosidad e ilusión. A partir de ahí empezaron a llegar a DA los “regalos” de Gabriel. Unos regalos que sirven para ayudar en el programa de voluntariado familiar que apoya a menores con discapacidad intelectual, proporcionándoles momentos de ocio, necesarios para su normal desarrollo personal y social, como el de cualquier otro niño. Niños como Aroa, Jason y Jaiza, tres hermanos con discapacidad profunda; o también Sergio, Rebeca y Anás, que en compañía de las familias voluntarias, pasan una mañana de sábado jugando, yendo al cine o en cualquier otra actividad de ocio, algo que hasta entonces muy raras veces hacían.

Actualmente, 250 familias están apoyando a 75 niños con discapacidad intelectual, gracias a la colaboración tan generosa de los voluntarios y a pequeños solidarios como Gabriel que, con sus regalos, facilita que este programa siga funcionando y creciendo.

Hace tiempo hablamos de una cadena de regalos solidarios que estaba empezando a forjarse. Empezó con una voluntaria que convirtió los regalos de sus bodas de oro en “regalos solidarios” para la ONG; luego llegaron los regalos de cumpleaños del hijo de una voluntaria, la venta de pulseras de la nieta adolescente de un miembro del patronato. Y la cadena sigue alargándose, conmoviéndonos cada vez que se añade un nuevo eslabón. Hoy, niños como Gabriel o Nuria se han encargado de continuarla y todos los que se benefician de estos regalos, os quieren dar las gracias.